26 de Abril del 2024
ALEJANDRO OJEDA: “Mis papás nunca me dijeron no lo hagas”.
OCTUBRE
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Psicólogo del Programa Comunal de Integración Escolar relató su experiencia como alumno beneficiario y profesional de esta iniciativa que aspira a la inclusividad social.
Usted puede creer que nacer ciego es un impedimento para la vida, pero aquí le mostraremos una ángulo que podría cambiarle esa forma de ver las cosas. Se trata de la historia de Alejandro Ojeda, el Psicólogo del Programa Comunal de Integración Escolar, quien obtuvo su título tras una larga cadena de sucesos. En un relato salpicado de anécdotas muy exquisitas y con una gran apertura y disposición a conversar, este joven profesional de 25 años que hoy ejerce su profesión en el Liceo Bicentenario Luis Alberto Barrera y en el Liceo Polivalente Sara Braun nos contó cómo llegó a estar del otro lado del puente.

Su trabajo como estudiante comenzó a los 4 años, en la Escuela Croacia, donde contó con el apoyo fundamental de la educadora Pamela García a quien recuerda con mucho cariño y agradecimiento. Lo primero, según explicó, fue realizar clases de texturas y como tenía visión de luz también ejercitaba en ese aspecto. “Fui un déficit atencional no diagnosticado”, dice graciosamente y continúa recordando que tenía un triciclo, se subía por las ventanas, era muy inquieto y sella esta parte de su relato expresando: “mis papás nunca me dijeron no lo hagas”.

Para entonces el Programa Comunal de Integración Escolar no existía y el método para que Alejandro aprendiera se organizaba de tal modo que lo sacaban de clases regulares por 1 hora o 2, para profundizar conocimientos con la profesora. Cabe destacar que a los seis años ya sabía descifrar el sistema braille y nunca tuvo evaluaciones diferenciadas, sino que la profesora le transcribía las pruebas. En este punto se detuvo a explicar que para las personas ciegas, el tacto es muy importante, ya que mediante él es posible visualizar el volumen de las cosas y en definitiva la imagen real de ellas y no algo plano. Generalmente, en la etapa de educación básica, terminaba rápidamente sus trabajos y pruebas por lo que la profesora le preparaba guías complementarias, para que no se distrajera. En sexto básico ya casi no necesitaba la hora adicional de profundización de contenidos y en séptimo comenzó a usar bastón.

Aquí hizo una pausa para explicar que en enseñanza media ingresó al Liceo Juan Bautista Contardi y que fue el director Raúl Alvarado, quien le impulsó a transportarse en colectivo. A raíz de esto tuvo que enfrentar el rasgo sobreprotector de su madre y si bien, ha avanzado mucho hasta hoy, el tomar un colectivo le recuerda que es una persona ciega, ya que no hay un modo o no se le ocurre alguno, para identificar la línea que le sirve. Pero recalca que es el único momento en que recuerda que es ciego, pues existe una infinidad de tareas y acciones cotidianas que desempeña con total normalidad, como por ejemplo el uso del cajero automático, que prácticamente le parece de una operación mecánica.

El año 2000, gracias a una gestión de su padre, hizo contacto con EEUU y supo de la existencia de programas computacionales como Jaws, especialmente creados para personas ciegas. En el Liceo Contardi, contó con un gran apoyo del encargado de Informática, Mauricio Aguilar. Fue en el año 2001, con la apertura del Proyecto Comunal de Integración Escolar, que una serie de puertas comenzaron a abrirse, en cuanto a oportunidades, innovaciones tecnológicas y nuevos desafíos en la vida de Alejandro.

En su faceta artística, que también la posee, Alejandro canta y toca guitarra, un talento que lo llevó al escenario del Festival Folklórico Estudiantil en la Patagonia, que organiza el Departamento de Educación Extraescolar, alcanzando su premio máximo el año 2001, por lo que al año siguiente pisó el escenario mayor del certamen adulto y accedió a una invitación de Río Grande.

Al consultarle por cómo encontró su vocación, explica que en tercero medio, descubrió que le gustaba la investigación y el 2004 conoció a una doctora cubana que le mostró el camino de la psicología, aunque siempre tuvo la tendencia a ayudar a los demás. Por lo que se dispuso a buscar una oportunidad de estudios superiores en la Universidad de Magallanes, chocándose con una gran muralla, ya que esa casa de estudios le respondió negativamente. Posteriormente, se abrió paso con el propósito claro de ser un psicólogo e ingresó a la Universidad del Mar, de donde recuerda con mucho agradecimiento a Ximena Midleton y al Jefe de carrera de Psicología, Pablo Peralta, quien pasaría a convertirse en un gran amigo. De ese tiempo recuerda el Encuentro de Sabiduría Ancestral y Psicología Contemporánea como uno de los mejores momentos de su vida. Casi al término de su carrera las cosas se complicaron bastante y estuvo a punto de no realizar la tesis, pero finalmente salió adelante con un trabajo acerca de las conductas de apego y ansiedad de los reos de Punta Arenas. En todo momento, el principal apoyo fue de su madre y de su padre, quienes siempre creyeron en él.

Antes de separarnos, le pregunto a Alejandro qué mensaje le dejaría a un niño ciego y me responde: “Se están haciendo muchas cosas, vamos camino a la inclusión. Afortunadamente ese niño va a tener apoyo desde primero básico. Si este niño es callado, va a ser difícil, porque el sistema se come a la gente callada. Va a tener que trabajar desde chico los fracasos y va tener que trabajar duro todos los días…si lo dejan. Yo hoy me siento feliz acá, trabajando, pero muchas veces me he tenido que superar solo.”
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